investigadores británicos descubrieron nuevas evidencias que demuestran que tener una variante de un gen específico puede aumentar el riesgo de comer en exceso y de padecer obesidad.
Un equipo del University College de Londres (UCL, por sus siglas en inglés) descubrió que los niños que tienen una copia de una de las dos variantes del gen FTO relacionadas con la obesidad son más propensos a seguir comiendo después de haber consumido alimentos que para otros habrían sido suficientes.
El estudio apareció publicado en el International Journal of Obesity (Revista Internacional de Obesidad).
Los investigadores aseguran que comprender mejor el papel que juegan determinados genes en la obesidad podría ayudar a desarrollar nuevas terapias para minimizar su impacto.
Según recuerda Maria Elena Navas, especialista en ciencia de BBC Mundo, el FTO fue identificado en 2007 casi por accidente en un estudio sobre el ADN en el que participaron 37.000 europeos.
Entonces se calculó que los individuos que tienen una copia de una de las dos variantes clave de este gen cuentan aproximadamente con un 30% más de posibilidades de ser obesos y los que tienen las dos variantes tienen un 70% más de riesgo de sufrir ese trastorno.
Otro estudio previo descubrió que los niños que tienen una variante específica de ese gen ingieren unas 100 calorías más por comida.
También son más propensos a comer alimentos con más azúcar y grasa.
En cualquier caso, otra investigación halló que la actividad física podía contrarrestar los efectos de tener ese gen.
Saciedad
En el estudio llevado a cabo por la UCL se ofreció a 131 niños de entre 4 y 5 años de edad un plato mixto de galletas dulces y saladas una hora después de haber finalizado una comida completa.
Aquellos que contaban con una de las variantes del gen FTO fueron más propensos a comer del plato, pese a que deberían de haberse sentido saciados.
Según la jefa de la investigación, la doctora Jane Wardle, "este estudio en parte explica porqué algunos niños responden a las señales de su organismo que les animan a seguir comiendo cuando están llenos".
"Saber como funcionan los genes es un primer paso para minimizar sus efectos negativos", señaló Wardle.
Según la investigadora, "un capricho ocasional no hace daño, aunque este estudio demuestra que algunos niños no saben cuando parar de comer, lo que les puede llevar a padecer obesidad y otros problemas de salud".
"Se debe ayudar a los niños con versiones de riesgo de este gen y sus padres deben evitar las tentaciones en casa".
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